La Imposibilidad de Entender al Prójimo, a Propósito del Linchamiento de Maki Miró Quesada en Tiempos del Coronavirus
Estamos viviendo días complicados a raíz del virus COVID-19 y en este contexto creo que vale la pena hacer una breve reflexión sobre nuestra penosa imposibilidad de entender al prójimo. Pero quién es el prójimo, pues es nuestro semejante, cualquier otra persona, con quien, a mi entender, por ser persona y ya que nuestros valores morales así lo dictan, deberíamos ser solidarios, más ante situaciones muy duras como las que hoy se viven. Linda idea, pero considero, para ser solidarios no basta nuestra formación moral, necesitamos tener empatía. Cómo podríamos definir qué es “tener empatía”, pues como la capacidad de comprender los sentimientos o emociones de nuestros semejantes.

Una persona de clase media como yo, a pesar de no tener una situación económica óptima, siempre que he tenido la posibilidad y cuando a alguien de mi entorno cercano o no tanto le ha aquejado algún problema, he tratado de apoyarle. Mi familia, amigos y hasta conocidos pueden atestiguar de mi interés, compromiso, asistencia, y ayuda en todo lo que he podido por el bienestar de alguna persona con una situación complicada, fuera de las oraciones que para mí son muy importantes.
He conocido personas nobles, generosas y solidarias quienes participan en las periferias de Lima construyendo casas de madera, visitando y cuidando adultos mayores, en voluntariados con niños del pericultorio, siempre generando bienestar. A mi manera de ver la vida, porque así me enseñó mi madre, son personas de buen corazón.
Hasta aquí todo bien, empatía y valores morales como la solidaridad, entonces por qué planteo que existe una imposibilidad de entender al prójimo. Sencillo y tomaré un par de ejemplos, que han ocurrido en estos días en nuestro querido Perú.
Primer hecho, el congresista Rennán Espinoza, dona canastas con alimentos en Lima Norte, asimismo a través de un grupo de personas realiza la venta de pollos a un precio popular de S/ 3.50 el kilo, esto para ayudar a personas de bajos recursos económicos. Ante está acción una periodista lo cuestiona, le dice que no le corresponde, hace conjeturas, el congresista atónito le explica que es con sus recursos, que solo quiere ayudar y ella lo sigue increpando, no lo deja hablar, le dice que es un oportunista, etc. Por qué no poder entender que una persona puede querer ayudar, por qué siempre pensar mal, lo real al fin y al cabo es que está apoyando y si tuviera alguna sospecha o información que lo denuncie a la Contraloría, en vez de hacer una condena social y mediática. Más aun si realiza una buena acción y apoya debiera ser un ejemplo a seguir. Muchas personas critican que no se apoya a las personas con menos recursos y cuando alguien apoya también lo critican, quién los entiende.
Segundo hecho y motivo de escribir este pequeño artículo, ha sido lo ocurrido en estos días con Maki Miró Quesada, quién ha escrito una columna, en la cual se nota su humor negro y que parece dirigida a su círculo de amigas con las que seguramente toma el té a las cinco de la tarde, como dicta la costumbre inglesa. En definitiva, un manual entretenido para sus afines. Es claro que se excedió con algún término y expresión, pero no entiendo la agresión hacia ella. Muchos medios y ciudadanos la han llamado ignorante, esnobista, huachafa, ridícula, vieja estúpida (sic), racista, clasista, etc. Ha sido un linchamiento brutal, con una cólera nose que tan real contra la septuagenaria escritora y columnista. Fuera del término fuerte y reprochable con el cual se dirige a su ama de llaves, le critican desde el hecho de firmar como Maki, cuando se llama María del Carmen, que mencione que tiene un stock de champagne, hasta que haga referencia al colegio donde estudió y sus recuerdos de Francia, todo les incomoda y por qué debería ser así, ese es su mundo. Critican los mismos periodistas que se refieren a las personas que viven en San Isidro como vecinos y a los que viven en Comas les llama pobladores, marcando diferencia social a través del lenguaje. Estos defensores de la igualdad parece que se olvidan de su empatía, estos reivindicadores sociales, para quienes pareciera que solo el pobre puede ser digno y ser libre de expresarse en este país. Cuando Mondonguito o Tripita se burlan ante cámaras de alguien que vive en un cerro, no hay condena social, todos se callan o se ríen o no ponen sus posts indignados en redes. En cambio, cuando alguien medianamente con dinero dice algo políticamente incorrecto, así sea en broma, un poco más y lo crucifican, lo odian. Por qué no entender que esta señora probablemente quiso escribir una historia graciosa sobre ella misma. Aquí todo el mundo se araña y lo que es peor, si consideran que hay un discurso violento no llaman a la reflexión, contestan con otro discurso violento.
Mucha pose de aquellos que se escandalizan y se indignan por expresiones que afectan a sectores vulnerables, esos mismos que se ponen sus bufandas, boinas de pintor y manejan sus bicicletas vintage para ir al Starbucks y desde su ipad proclamar la revolución.
También en el día a día, laborando, he sido testigo, con asombro, del mal trato, negligencia y hasta desinterés de algunas personas con los clientes de las empresas para las que laboran, se mueven en base a reclamos, no se ponen en lugar del cliente quien se siente muchas veces frustrado e impotente. Esto dentro del sector privado, peor ha sido mi sentir en algunas ocasiones frente a algunas atenciones que he recibido por parte de la burocracia estatal, donde pareciera que hasta les disgusta atenderte. Pongo como ejemplo a una aerolínea a la que le compre 02 pasajes ida y vuelta al Cuzco, cancelaron sus vuelos y yo sin tener respuesta de nadie, totalmente desencajado, de esto ya hace meses y hasta hoy no contestan. Creo que debemos aprovechar estos días difíciles para reflexionar, regresar a nuestros días luego de la cuarentena con otra mentalidad, ponernos en el lugar del otro y apoyar al prójimo desde nuestras tribunas, después de todo ya estamos en semana santa y puede haber milagros. Como dijo Vallejo, “hay, hermanos, muchísimo que hacer”.
Carlos Martin Vargas-Machuca Guzmán (COLUMNISTA)